viernes, 25 de junio de 2010
viernes, 4 de junio de 2010
No han conseguido doblegar a mi hijo
En estos momentos no siento ningún odio hacia Israel. Y no por un motivo altruista, noble o religioso, sino por puro egoísmo: el odio te destruye. Y un buen ejemplo de ello lo está dando Israel. Nacido del sentimiento de culpabilidad colectiva de una Europa cobarde que no supo defender a sus ciudadanos judíos de otro odio, el nazi, parece como si la historia no le hubiera enseñado nada a Israel. Está repitiendo las mismas pautas de odio, muerte, deshumanización del contrario, ocupación de territorios, construcción de muros y alambradas, soberbia racial... solo que ahora las víctimas ya no llevan una estrella cosida a la ropa, ni el gueto está en Varsovia. Está en Gaza y Cisjordania.
No quiero contar el infierno personal por el que he transitado estos días. Sería ridículo al lado del continuo y diario dolor de las madres palestinas. Soy una afortunada, mi hijo David vuelve de la masacre del Mavi Mármara sano y salvo.
Los soldados israelíes le habrán podido destrozar su única arma letal: la cámara de vídeo. Pero lo que olvidan es que los seres humanos tienen ojos, oídos, boca y memoria para contarle al mundo el horror del que fueron testigos. Y contra eso, toda la poderosa propaganda israelí no puede hacer nada. Siento tanta lástima por la evolución de Israel como inmensa admiración por mi hijo, a quien toda una maquinaria de terror no ha podido doblegar. Igual que jamás conseguirá doblegar el espíritu del pueblo palestino.
Carta publicada en El País de la madre de David Segarra Soler, una de las víctimas del criminal asalto de el ejercito israelí a la flotila de la libertad.