jueves, 25 de diciembre de 2008


Cuento de Navidad

Había dos posibilidades, una cara y la otra barata: o marcharse a una isla donde no se notara la Navidad, o adoptar frente a ella una actitud en la que lo que no se notara fuera él. La primera era imposible por razones económicas; en cuanto a la segunda, no sabía ni cómo se le había podido ocurrir, pues al repasarla le pareció una tontería. Hacía estas cavilaciones mientras bajaba por Serrano en dirección a Alcalá mirando los escaparates como si los leyera. El caso es que había recorrido la mitad de la calle sin resolver nada. Había visto cosas apropiadas, pero caras; otras tenían un precio razonable, pero no eran apropiadas; finalmente, había un tercer grupo de regalos que, siendo apropiados, resultaban baratos en exceso. Por eso, a medida que se reducían las posibilidades contemplaba los escaparates con una atención que empezaba a parecerse a la inmovilidad de la angustia.
Algunas señoras llevaban abrigos de piel y se veían perros de diferentes tamaños paseando con desgana a sus dueños. En esto, advirtió que había llegado a la altura del Museo Arqueológico y, en un impulso impremeditado, atravesó la calle y entró en él. En seguida, se dejó llevar por la lógica arquitectónica del recinto y lo recorrió lentamente atravesando la Edad del Bronce y la del Hierro y la prehistoria de las islas Baleares; después, con la misma falta de intención, penetró en la arqueología ibérica, y fue en una de estas salas donde inopinadamente comenzó a cojear. Así, tras recorrer sin prisas el patio árabe, llegó a la Edad Media, donde le esperaba el arte visigodo y donde -otra extrañeza como la de cojear- se emocionó frente a la Corona Votiva de Recesvinto, perteneciente al tesoro de Guarrazar.
Emocionado y cojo, recorrió el resto del museo y al final compró dos catálogos, libros y algunas postales de lo que más le había llamado la atención. Ya tenía todos los regalos resueltos. Una vez en la calle comprobó que aunque todavía se notaba la Navidad, él había dejado de notarse a sí mismo, como si la ansiedad y la angustia -cimientos de su identidad- hubieran sido sustituidas por la emoción y la cojera. Cojeó, pues, hasta la oficina, donde nadie advirtió los cambios operados en su modo de andar o en su mirada, y luego se marchó a casa para ocultar los regalos que intercambiaría con su mujer y sus hijos el día de Nochebuena. Tampoco allí notaron que cojeaba ni que estaba emocionado.
Durante los días siguientes se acentuaron las alteraciones. Volvió un par de veces al Arqueológico, donde se había obsesionado con una humilde pieza prehistórica, hecha en barro, que parecía empeñada en transmitirle a través de los siglos un mensaje de su creador. Por otra parte, la cojera, al obligarle a caminar despacio, le ofrecía una visión inédita de la realidad. La vida empezaba, en fin, a tener el brillo que suelen ver en ella los resucitados.
La solución barata se había impuesto, aunque un poco al margen de su voluntad; el caso es que él había dejado de notarse como se deja de notar la Navidad en una isla del Caribe. Durante las cenas percibía algunas miradas de extrañeza procedentes de su mujer y de sus hijos, quienes, sin embargo, a pesar de la cojera y de la emoción, no se dieron cuenta de que en realidad era otro hasta el día de Nochebuena, cuando llegó la hora de intercambiar regalos y él sacó las postales y los libritos que había comprado en el Arqueológico. Llamaron al 092 y al poco fue a recogerlo un coche de la Policía Municipal que lo abandonó en un fenopático. Al firmar el registro de entrada, una burbuja de felicidad le estalló en el agujero del pecho donde antes tenía alojada la angustia, al advertir que además de emocionado y cojo también se había vuelto zurdo.

Imagen: Christmas Photoshop Design Contest

Texto: Juan José Millás

jueves, 18 de diciembre de 2008

Oficina y Denuncia

Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de pato.
Debajo de las divisiones
hay una gota de sangre de marinero.
Debajo de las sumas, un río de sangre tierna.
Un río que viene cantando
por los dormitorios de los arrabales,
y es plata, cemento o brisa
en el alba mentida de New York.
Existen las montañas, lo sé.
Y los anteojos para la sabiduría,
Lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo.
Yo he venido para ver la turbia sangre,
la sangre que lleva las máquinas a las cataratas
y el espíritu a la lengua de la cobra.
Todos los días se matan en New York
cuatro millones de patos,
cinco millones de cerdos,
dos mil palomas para el gusto de los agonizantes,
un millón de vacas,
un millón de corderos
y dos millones de gallos
que dejan los cielos hechos añicos.
Más vale sollozar afilando la navaja
o asesinar a los perros
en las alucinantes cacerías
que resistir en la madrugada
los interminables trenes de leche,
los interminables trenes de sangre,
y los trenes de rosas maniatadas
por los comerciantes de perfumes.
Los patos y las palomas
y los cerdos y los corderos
ponen sus gotas de sangre
debajo de las multiplicaciones;
y los terribles alaridos de las vacas estrujadas
llenan de dolor el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite.
Yo denuncio a toda la gente
que ignora la otra mitad,
la mitad irredimible
que levanta sus montes de cemento
donde laten los corazones
de los animalitos que se olvidan
y donde caeremos todos
en la última fiesta de los taladros.
Os escupo en la cara.
La otra mitad me escucha
devorando, orinando, volando en su pureza
como los niños en las porterías
que llevan frágiles palitos
a los huecos donde se oxidan
las antenas de los insectos.
No es el infierno, es la calle.
No es la muerte, es la tienda de frutas.
Hay un mundo de ríos quebrados
y distancias inasibles
en la patita de ese gato
quebrada por el automóvil,
y yo oigo el canto de la lombriz
en el corazón de muchas niñas.
Óxido, fermento, tierra estremecida.
Tierra tú mismo que nadas
por los números de la oficina.
¿Qué voy a hacer?, ¿ordenar los paisajes?
¿Ordenar los amores que luego son fotografías,
que luego son pedazos de madera
y bocanadas de sangre?
San Ignacio de Loyola
asesinó un pequeño conejo
y todavía sus labios gimen
por las torres de las iglesias.
No, no, no, no; yo denuncio.
Yo denuncio la conjura
de estas desiertas oficinas
que no radian las agonías,
que borran los programas de la selva,
y me ofrezco a ser comido
por las vacas estrujadas
cuando sus gritos llenan el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite.

Texto: Poeta en Nueva York, Federico García Lorca.
Imagen: José Cendón. (Fotógafo recientemente secuestrado en Somalia) en un reportaje sobre un centro psiquiátrico en Burundi.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Los que vencen, cualesquiera que sean los medios empleados , nunca se avergüenzan”
Nicolas Maquiavelo


Tres Amigos

Con Felipe González acabó la corrupción en que se vio envuelto su Gobierno, pero no creo que a estas alturas tenga problema en abordar cómo se hundió aquel barco socialista; con los años, su voz se ha convertido en la de alguien que, aun siendo algo incómoda para la nueva generación de socialistas, siempre resulta estimulante a quien observa la política desde la barrera.

El caso de Aznar es, sin embargo, de estudio. La historia le quita la razón día a día pero él no se arredra. Ahí están sus patéticos intentos de desacreditar a quienes sienten alarma por el deterioro ambiental; sólo hacen mella en aquellos que son capaces de decir sin sonrojarse, "a mí me importan las víctimas de ETA no el calentamiento global", "el planeta es para las personas" o "yo defiendo al hombre no al gorila". Una corriente de pensamiento que se cae de antigua, tanto como para que ya existiera, en época de Reagan, un término para referirse irónicamente a los ecologistas treehuggers (abrazadores de árboles). Su trayectoria no será juzgada sólo por el tiempo que ocupó el poder, sino por el desmelenado cinismo con el que no reconoció sus errores. El zapatazo con que un periodista iraquí decidió despedir a Bush iba cargado de toda esa suculenta información que desvela el desastre humano y económico que la invasión americana ha provocado en Irak. Hizo bien en esquivarlo. En cuanto a la participación española, las responsabilidades no sólo se miden en cifras. Debiera contar la impudicia con que nuestro ex presidente sigue afirmando hoy que fue aquélla una misión que merecía la pena intentar.

En fin, si no ha de responder por ello, al menos, sería elegante que se callara durante un tiempo. Le reconozco, eso sí, lealtad con los amigos: Ana Botella afirmó recientemente que la amistad con los Bush y los Blair se mantiene. Mirémoslo, pues, por el lado positivo.

Texto: Elvira Lindo, en El País.com

jueves, 27 de noviembre de 2008

domingo, 23 de noviembre de 2008

...y no se derritan los dedos de mi mano


TRES MUROS PARA LA SALA DE TORTURA

Al alba

Yo resistiré...

Mientras haya en el muro una página en blanco

y no se derritan los dedos de mi mano.

Aquí, alguien pulsa

un mensaje a través del muro.

Nuestros hilos se han convertido en nuestras venas,

las venas de estos muros.

Toda nuestra sangre se derrama

en las venas de estos muros...

Un mensaje a través del muro:

Ellos han cerrado una celda,

han matado a un prisionero,

han abierto otra celda

y han llevado a un prisionero...


Texto: Muiun Basisu

Imagen: Saeid Ajami, de la IIDS (Iran Independent Designers Society)


jueves, 20 de noviembre de 2008

No digas de ningún sentimiento que es pequeño



"No digas de ningún sentimiento que es pequeño o indigno.
No vivimos de otra cosa que de nuestros pobres, hermosos y magníficos sentimientos, y cada uno de ellos contra el que cometemos una injusticia es una estrella que apagamos".

Texto:de Hermann Hesse,visto en el sobre de azúcar del café de esta tarde.
Foto: Pareja en el castillo de Santa Bárbara, Alicante, 2008 (propia)

lunes, 17 de noviembre de 2008

Todos los nombres





He cavado la fosa
de mis muertos en el aire,
donde sus huesos ligeros
se mezclan con las ramas
mas altas de los arboles,
y mansamente los luceros
les brindan sus luces blancas.

He cavado su tumba breve
entre las nubes, cielo adentro
en el lugar preciso, donde
cada día un dulce viento
dice al fin todos los nombres.

Texto: Ana María Valencia Herera
(nieta de abuelos maternos fusilados en marchena y abuelo paterno exiliado)
Cieza, 2004

Todos (...) los nombres
Imagen: CGT Andalucía

lunes, 10 de noviembre de 2008

Problemas de geografía personal


PROBLEMAS DE GEOGRAFÍA PERSONAL

Nunca sé despedirme de ti, siempre me quedo
con el frío de alguna palabra que no he dicho,
con un malentendido que temer,
ese hueco de torpe inexistencia
que a veces, gota a gota, se convierte
en desesperación.
Nunca se despedirme de ti, porque no soy
el viajero que cruza por la gente,
el que va de aeropuerto en aeropuerto
o el que mira los coches, en dirección contraria,
corriendo a la ciudad
en la que acabas de quedarte.
Nunca sé despedirme, porque soy
un ciego que tantea por el túnel
de tu mano y tus labios cuando dicen adiós,
un ciego que tropieza con los malentendidos
y con esas palabras
que no saben pronunciar.
Extrañado de amor,
nunca puedo alejarme de todo lo que eres.
En un hueco de torpe inexistencia,
me voy de mí
camino a la nada.

Imagen: http://www.rubenslp.com.br/
Texto: Luis García Montero