martes, 31 de enero de 2012

A mi antiguo amo

En agosto de 1865, el Coronel PH Anderson de Big Spring, Texas, escribió a su antiguo esclavo, Jourdan Anderson, y le pidió que volviera a trabajar en su granja. Jourdan, que desde que fue liberado se trasladó a Ohio, encontró un trabajo remunerado y ahora estaba manteniendo a su familia. Esta es la carta con la Jourdan respondió al Coronel que había sido su dueño en el pasado:

Dayton, Ohio, 7 de agosto de 1865

A mi antiguo amo, el Coronel P.H. Anderson
Big Spring, Tennessee
Señor: he recibido su carta y me he alegrado de saber que no se ha olvidado de Jourdon, y que quiere que vuelva a vivir con usted de nuevo, prometiendo tratarme mejor de lo que nadie podría. A menudo me he sentido preocupado por usted: pensé que los yanquis lo habrían colgado hace tiempo cuando encontraron en su casa a los rebeldes que había acogido. Supongo que nunca supieron que había ido a ver al coronel Martin para matar al soldado de la unión que había sido abandonado por su compañía en casa del coronel. Aunque me disparó dos veces antes de que le abandonara, no deseaba tener noticias de que le hubieran hecho daño, y me alegro de que siga con vida. Me haría bien volver al antiguo hogar y ver a Miss Mary, Miss Martha y a Ellen, Esther, Green y Lee. Transmítales mi cariño a todos ellos, y dígales que espero que nos encontremos en un mundo mejor, si no lo hacemos en este. Habría vuelto a verlos a todos cuando estuve trabajando en el hospital de Nashville, pero uno de los vecinos me contó que Henry pretendía dispararme si tenía la ocasión.

Me interesa especialmente saber cuál es su oferta. Me va razonablemente bien aquí: gano 25 dólares al mes, con provisiones y comida; tengo un hogar cómodo para Mandy (la gente la llama Señora Anderson) y los niños, Milly, Jane y Grundy, van a la escuela y aprenden mucho; el profesor dice que Grundy tiene cabeza para ser sacerdote. Van a la escuela dominical, y Mandy y yo vamos a la iglesia con regularidad. Nos tratan amablemente; a veces oímos a otros decir, "Esa gente de color era esclava en Tennessee". Los niños se sienten heridos cuando lo oyen, pero yo les digo que no era ninguna desgracia en Tennessee pertenecer al coronel Anderson. Muchos negritos hubieran estado orgulloso, como yo lo estaba, de llamarle amo. Ahora, si quisiera escribirme para decirme la paga que me daría, podría hacerme mejor a la idea de si me conviene volver.

Con respecto a mi libertad, que dice puedo tener, no tengo nada que ganar, ya que obtuve mis documentos de libertad en 1864 del Provost Marshal General del departamento de Nashville. Mandy dice que no le gustaría volver sin tener alguna prueba de que usted está sinceramente dispuesto a tratarnos con justicia y amabilidad, y hemos decidido poner a prueba su sinceridad pidiéndole que nos envíe las pagas por el tiempo que le servimos. Esto nos hará perdonar y olvidar viejos malentendidos y confiar en su justicia y amistad para el futuro.

Le serví fielmente durante treinta y dos años, Mandy durante veinte. A 25$ al mes para mí, y 2$ por semana para Mandy, nuestras ganancias ascenderían a 11.680 dólares. Sume a esto los intereses por el tiempo que ha tenido retenidas nuestras pagas y reste los gastos de vestirnos y las tres visitas del médico para mí, además de sacar un diente a Mandy, y el resultado mostrará lo que en justicia merecemos. Por favor envíe el dinero a través de Adams Express, a la atención de V. Winter, esq, Dayton, Ohio. Si no nos paga por el trabajo que desempeñamos fielmente en el pasado, poca fe podemos tener en sus promesas para el futuro. Confiamos en que el buen Dios haya abierto sus ojos para ver los males que usted y sus padres nos han causado a mí y a los míos, haciéndoles trabajar duramente durante generaciones sin recompensa. Aquí cobro mi paga todos los sábados por la noche, pero en Tennesse no había más día de paga para los negros del que había para vacas y caballos. Seguramente, algún día aquellos que privaron a los jornaleros de sus pagas tengan que devolvérselas.

Cuando responda esta carta, por favor explíquenos si habría alguna seguridad para mis hijas Milly y Jane, que han crecido y son dos jóvenes bien parecidas. Sabe lo que ocurrió con Matilda y Catherine. Preferiría quedarme aquí y pasar hambre - incluso morir, si fuera preciso - que llevar la vergüenza a mis hijas por la violencia y vileza ds sus jóvenes amos. Por favor, aclárenos también si se han abierto escuelas para niños de color en su vecindario; mi mayor deseo es dar a mis hijos una educación, y lograr que sean jóvenes virtuosos.

Salude a George Carter y dele las gracias de mi parte por haberle quitado la pistola cuando usted me estaba disparando.

De su antiguo sirviente,

Jourdon Anderson

Visto en Letters of Note, a través de Menéame.

viernes, 27 de enero de 2012

La despedida


Una hembra de elefante da el último adiós a su hija fallecida en un zoológico de Munich. La cria, de tres meses de edad, murió el 21 de Enero de 2012 debido a una cardiopatia y los cuidadores de este centro decidieron mostrar el cuerpo a su madre para que pudiera despedirse. Mientras la elefanta acariciaba a la pequeña con la trompa otros miembros de la manada se mantenían en un segundo plano en señal de duelo.

domingo, 22 de enero de 2012

365 recuerdos

Video montado a lo largo de todo el año 2011 por Madeline, una chica residente en Los Ángeles, usando pequeños videos todos los días y reduciéndolos a un segundo, usando una cámara Canon Powershot. Un curioso e interesante documento.

miércoles, 11 de enero de 2012

El negro

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.
Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos".